domingo, 13 de diciembre de 2009

6-8-8 AGUACERO.

MAS QUE UNA LLUVIA
PARECE UNA LLOVIZNA
DE ESTRELLAS EN EL CIELO.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Tres de diciembre, o el segundo intento de un mismo principio.


Gustaba de llegar a fin de mes.
No por el cobro, no por el mandato capital
-potencial quiebre de cimientos-
como las grietas de un sótano,
vividas con miedo desde un nivel más alto.
No por ello, ni por su anticipación. 

Gustaba por la sencillez de las cuadrículas.

Los calendarios: una agenda de tiempos,
su continuidad
y la posibilidad algo tímida de comenzar de nuevo. 

Van tres veces que intenta ser uno.
Uno, el blanco.
Y consume en sí todo recuerdo de un mes antes,
tan igual a todos los anteriores.

Tiene dos relojes, si acaso dos contables:
uno corre a la prisa de rieles preferiblemente ajenos
(los carros, los niños que salen del colegio, 
saludando sin querer la ferocidad de ser adultos),
y el otro, inmóvil retroceso 
sobre palabras que ya sólo se escriben,
aunque sean rebobinadas de años anteriores.

Algo le enseñó a contar las horas sin verlas pasar, 
llevarle registro y esperar a que coincidan:
la exactitud de cada minuto
con la exactitud tan suya de lo deseado.
Tiempo ir 
real, 
su cabeza como en nubarrones 
de lloriqueos infantiles que corrobora ante el espejo.

Puede verse como rostro corrugado de un reloj. 
Mirarse es decir "son las seis cincuenta y cinco,
estoy ante la soledad de lo que no coincide,
mi libreto se burla 
de la hojarasca que siento podrir(me)
frente al balcón de esta casa"

Debería salir, quizás , convenir.
Algo resta de un afuera que no mira manecillas
porque son tantas, y lo sabe,
tanto lo poblado de bolsillos y mentes a dos tiempos,
que queda cancelado.
No valen coincidencias en un afuera de estampidas 
de cheques,
cuando cada fin de mes es barril de lo vacío.

La vejez trunca a quienes duplican las horas. 
Verse morir es territorio de tiempos propios. 
Y lo creería, como postulado irrefutable,
como garantía de salvación ante el reconocimiento. 

Los días se hacen facsímil de posibles realizaciones,
de ideas y ambiciones que quedaron,
mientras él se ve borrando de los ojos
el engranaje maldito 
de lo que hubiese querido ser.