Transitar en silencio es tan difícil.
Por ello, de niños, creímos en la invisibilidad.
No resulta imposible.
Es cuestión de encajar en algún paraje,
encajar como piezas de bloque.
Es de tarde y estos días anochece temprano;
los viejos se guardan en sus casas.
Mis amigos están con ellos sin saberlo.
Se sientan,
los rostros de seducción ahogados
en cualquier cosa que no haga falta
pero que sea suficiente para olvidar que existen.
En algún momento, todos nos cancelamos.
(No hay culpa.)
Hace falta perderse,
invitarte a un café,
escuchar de cerca sin abandonar la orilla,
casi como la estática.
Pero adentrarse, sin ganas de uno.
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